jueves, 22 de abril de 2010

Adios a un hombre del deporte. Adios a Juan Antonio Samaranch



Ayer miércoles 21 de abril dejó de latir el enorme corazón de Juan Antonio Samaranch. Como Presidente del Comite Olimpico Internacional, se fué a reunir con su esposa al Olimpo. Con sus cosas buenas, y sus cosas malas, no cabe duda que se va un gran hombre del deporte, un gran embajador de España allá donde estuviera, y un hombre que consiguio que, hoy en dia, el evento deportivo mas importante del mundo, sean los Juegos Olimpicos.

Nacido en Barcelona en 1920, un 17 de julio, en una familia de la burguesía catalana ligada al sector textil, se inició en el hockey patines, su deporte, mientras cursaba estudios de profesor mercantil. Con 15 años fue movilizado por la República para integrar la "Quinta del Biberón", pero huyó y no se incorporó a filas. Eso junto a una temprana filiación a las juventudes de la CEDA ofreció argumentos a quienes buscaban cuestionarlo, generalmente desde el sector británco que luchaba contra el "lobby" latino de Samaranch, Primo Nebiolo y Joao Havelange. El dirigente español siempre dijo que, a esa edad, la única misión era sobrevivir y para eso era necesario adaptarse al contexto.

En la posguerra, Samaranch completó su formación académica y llegó a ser jugador de hockey, en el RCD Español, seleccionador y presidente de la Federación Española. Los cargos en el Ayuntamiento de Barcelona, como Delegado Nacional de Educación Física y Deportes, el equivalente al actual secretario de Estado, o al frente de la Diputación de Barcelona se produjeron a finales de los 60 y principios de los 70, con posterioridad al Plan de Estabilización, en la segunda fase del franquismo.
La carrera diplomática le llevó a la embajada en Moscú entre 1977 y 1980, muerto el dictador y en plena Transición. Fue en la URSS donde, ya como vicepresidente del CIO, organismo en el que había ingresado en 1966 como jefe de protocolo, recabó los apoyos del bloque del Este, ordenados desde el Kremlin, para presentarse a las elecciones a la presidencia. En paralelo, se ganó los de buena parte del continente africano
La estructura del deporte internacional es tan compleja como la de la Iglesia, por lo que para escalar su pirámide, para convertirse en el Papa de ese Vaticano que es el Comité Internacional Olímpico (CIO), es necesario tener el poder como habilidad, saber estar a su lado sin ofenderle cuando se acecha y ejercerlo con determinación cuando se detenta. La tenía Juan Antonio Samaranch, al que sus cargos en la España franquista no le impideron encontrar apoyos en la decadente Unión Soviética para llegar a la dirección del olimpismo y convertir un movimiento en crisis en los incipientes 80 en uno de los grandes actores globales del mundo contemporáneo. A ese escenario incorporó a Barcelona, a España, en unos Juegos que fueron como una metáfora del despegue de nuestro país, de su entrada en el Primer Mundo. Samaranch es, pues, un personaje clave de la España moderna, de la España de las luces, a pesar de compartir su etapa más oscura.

El movimiento olímpico en crisis
Cuando fue elegido, se encontró un olimpismo en crisis política y económica. Los Juegos de Moscú estaban descafeinados por el boicot de la administración Carter en protesta por la invasión soviética de Afganistán. Los de Montreal, cuatro años atrás, habían contado con la ausencia africana y los que le esperaban, en Los Ángeles, iban a encontrar la respuesta de la URSS y buena parte de sus aliados. A ello se añadía el déficit económico de Montreal y los problemas para afrontar los gastos de Los Ángeles por la legislación norteamericana. Peter Ueberroth, un empresario procedente del béisbol, encontró la fórmula de la rentabilidad con el desarrollo del programa de patrocinadores, conocido como TOP, y Samaranch lo incorporó al CIO para el futuro.

A partir de la rentabilidad y de los pactos con los grandes dirigentes mundiales, reconstruyó el olimpismo, al que incorporó a los grandes deportistas ausentes, los profesionales. Sin su presidencia, habría sido muy difícil para Barcelona lograr la nominación en 1986, en un tiempo en el que la voluntad del líder era muy permeable en los miembros de la Asamblea. Después de los escándalos de Salt Lake City, disminuyó. Impulsó medidas regeneradoras antes de dejar el cargo, pero no pudo evitar verse señalado en su salida. Fué tambien el impulsor de la hoy Agencia Internacional Antidopaje. Y creador del Museo Olimpico de Laussana. Reelegido en varias ocasiones, estuvo en el cargo hasta 2001, cuando fue sustituido por Jacques Rogger y nombrado presidente de Honor del organismo. En total, 21 años, dos menos que el fundador, Pierre de Coubertin.

Actividades paralelas
En paralelo a su etapa al frente del CIO, fue designado presidente de la Caixa, puesto que ocupó entre 1990 y 1999, para ser nombrado presidente de honor vitalicio. Premio Príncipe de Asturias de los Deportes, en 1988, presidía el jurado de este mismo premio. Casado con Maria Teresa Salisachs, enviudó durante la celebración de los JJOO de Sidney, en el año 2000. Deja dos hijos, María Teresa, presidente de la Federación Española de Deportes de Hielo, y Juan Antonio, miembro del CIO.

Cuando se le preguntaba por su pasado, por sus relaciones con todo tipo de dirigentes, contestaba que todo lo había hecho por el deporte, desde su paso por la Delegación Nacional de Educación Física y Deportes hasta su última apuesta por Pekín, muy personal. Sabía que por encima de las polémicas, haría crecer al olimpismo.

Le ha quedado la espina de no ver a Madrid nombrada sede olimpica.

D.E.P.

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