NUEVA YORK.- El doctor Richard Batista le donó amorosamente un riñón a su mujer cuando estaban casados, "para salvarle la vida y de paso salvar nuestro matrimonio". Una vez recuperada, Dawnell Batista se la pegó al marido con su fisioterapeuta, y el despechado doctor reclama ahora lo que es suyo: "¡Devuélveme el riñón! Me partiste el corazón...".
Podría ser el argumento de una telenovela, o la copla de una de esas baladas de desamor que suenan en las radios hispanas, pero ha ocurrido en la vida misma, en los suburbios de Long Island, y en los programas locales no se hablaba ayer de otra cosas: la insólita "guerra" de los Batista por cuenta del codiciado riñón.
Los abogados del doctor Richard Batista —reputado cirujano vascular en el Centro Médico de la Universidad de Nassau— han calculado que su órgano vale 1,5 millones de dólares. De modo que su vilipendiada esposa (y madre de sus tres hijas) tiene también la opción de abonar esa cantidad y evitar así la dolorosa extracción.
Pero Richard Batista insiste en que fue él quien rompió su matrimonio, cuando ella se había recuperado ya de su insuficiencia renal y acariciaba el sueño de conventirse en cinturón negro de karate. "Me sentí humillado, traicionado y degradado", proclama públicamente a sus 49 años el doctor, buscando toda al notoriedad posible en una surrealista rueda de prensa: "Este divorcio me está matando".
Los Batista se conocieron cuando él era residente y ella, enfermera. Se casaron por todo lo alto en 1990. La cuesta abajo comenzó a los dos años y se fue agravando con las tres niñas y con los problemas de salud que arrastraba ella. En 2001, después de dos trasplantes fallidos, el doctor decidió donar su riñón con la manifiesta intención de salvar de paso la frágil relación.
"Pero nada cambió", asegura Batista. "La aventura amorosa de mi mujer me dejó un agujero en el corazón que aún perdura. Soy un hombre con orgullo".
Para expertos en pleitos matrimoniales como Raoul Felder, el doctor Batista es sin embargo "un monstruo moral" y un hombre sin escrúpulos: "Llevar la devolución del riñón a una sala de juicios es como entrar en la estratosfera de lo absurdo".
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